LA PRENSA
Y llega la tercera 21 OCTUBRE 2018
Todos los caminos conducen al narco
Miguel Ángel Almodóvar
Un día después de que la profesora, bailarina, escritora y periodista Alma Guillermorprieto tomara la palabra como galardonada en los Premios Princesa de Asturias para decirle al mundo, alto, claro y pausado, que los reporteros son necesarios para dejar constancia de lo que lo que otros quieren tapar, otra mexicana, Acoyani Guzmán, poeta y dramaturga, ponía sobre el escenario su obra “Todos los caminos conducen al narco”, en la sala “Nave 73” de Madrid.
Alma, embutida en su sobrio traje de noche azul en el escenario del ovetense teatro Campoamor, hablaba como testigo y en primera persona de los asesinatos impunes del narco, que matan a sus víctimas a los que les rodean, que quitan la vida a un periodista para intimidar a todos, de juventudes y horizontes perdidos, y los vellos se ponían como escarpias entre los asistentes al acto y entre todos los que lo escuchábamos y veíamos por radio o televisión.
Acoyami, va más lejos y nos hace bajar a enfangarnos en el barro de esa misma realidad que estremece a las piedras berroqueñas, a través de la historia de dos mujeres que coinciden en prisión y que con el tiempo derivarán sus caminos para salir o para integrarse a lo grande en el sistema.
Medias docena de actrices , Anaïs García, Noemí Rodríguez Santos, Natalia Fisac, Cristina González del Valle, Neus Penya-Roja, Marta Santandreu, dirigidas con puño de hierro embutido en guante de seda por la propia Acoyani Guzmán, en estrecha colaboración con Jesús Sarmiento, realizan un trabajo interpretativo medido y soberbio, en el que destaca muy especialmente la primera, Anaïs García, grandiosa y magistral en la exégesis de su transmutación psicológica y su dicotomía psicológica de víctima y verdugo.
La puesta en escena, sencillamente soberbia, sincrética y basada en tres elementos: un círculo infernal, una Virgen herética, la Santa o Santísima Muerte, objeto de culto popular en México a pesar de todos los furibundos rechazos de las religiones oficiales, y un peculiarísimo santo, Jesús Malverde, bandido de Sinaloa, que fue ejecutado tras entregarse a las autoridades para que un amigo pudiera cobrar la cuantiosa recompensa establecida por su cabeza y posteriormente repartirla entre los pobres.
Malverde es el santo de los narcos y advocación de los productores y traficantes de droga, pero también es protector de los emigrantes ilegales que intentan cruzar la frontera con Estados Unidos y de las familias que se quedan a la espera, de los desgraciados que se enfrentan a procesos penales y por añadidura patrón de las causas perdidas. Su culto se celebra en capillas levantadas en varias poblaciones mexicanas como Ciluiacán, Tijuana, Badiraguato o Chihuahua, pero también algunos lugares de Colombia y Estados Unidos.
“Todos los caminos conducen al narco”, es obra teatral de todo punto imprescindible, aunque el espectador debe ir avisado de que recibirá alguna que otra patada en el cielo del paladar. Saber de antemano que va a comprometerse, y que, como nos enseñó Sartre, el compromiso es un acto, no una palabra.
“Todos los manos conducen al narco”.
Nave 73, Palos de la Frontera, 5,Madrid
Todos los sábados a las 20,00 h.
2da Crítica! 17 OCTUBRE 2018
Iñaki Alrui*. LQS. 17 Octubre 2018
Dos mujeres con diferentes historias y motivos, entran en una cárcel entre México y EE.UU. injustamente. Ese lugar las fortalece y les enseña todo lo que necesitan saber para sobrevivir afuera y convertirse en mujeres poderosas, que trafican y terminan por ser parte del crimen organizado. La progresividad de los personajes mostrará su transformación durante la historia: una hacia el poder, la otra hacia la redención…
“Teatro, la vida es puro teatro”, cantaba la Lupe, y a ello vamos.
La amplitud de la sala en lo que será circuito del relato esta presidida por la “Santa Muerte” y por el santísimo “Jesús Malverde” ¿Mezcal o tequila? ¡Liturgia! para la fe del que nada tiene.
Inicio del acto, puede ser Colombia, u Honduras, o Costa Rica, o México… Puede ser Ciudad Juárez, o Medellín, o Monterrey, o Santiago de Cali, o México D.F., o Culiacán…
Una cárcel, dos mujeres, muchas historias, obra en femenino, son ellas alma y motor del engranaje social, desconocidas o en segundos planos, vistas en el narcomundo la mayoría de las veces como trofeos sexuales o “mulas” de carga, pero están ahí, hoy, aquí en medio de nosotros, estamos con las “Narcas”, podrían ser Ma Baker, o la emperatriz del Ántrax, o la reina del Pacífico, o Doña Lety, o la China o la Narcomami.
Asistimos, entre un juego de focos que crea los espacios, al encuentro de la Pulpo y la Corderita, las dos cumplen pena, y nunca mejor dicho lo de pena. ¿Cuál es el delito? Seguramente ninguno, nadie elige donde nace, ni el escalafón social, el delito puede ser vivir, mejor dicho sobrevivir, buscarse la vida, comer, dormir, soñar, resistir.
Su encuentro, sus conversaciones nos abren a la vida cotidiana en una sociedad dominada y marcada por lo “narco”, pero en la voz de mujeres.
Pensamientos y sentimientos en femenino, seis mujeres no pararán de moverse en el escenario, actrices, intérpretes en una obra que te marca un ritmo constante cargado de intensidades narrativas desgarradoras y pasionales.
La Pulpo o la Corderita dan vida con total seguridad al arriesgado papel de dos “narcas”, nos trasladan con sus palabras a un mundo inhóspito y real, en el que nos incorporan y nos hacen partícipes, sin quererlo, con todo un lenguaje corporal lleno de una coreografía de gestos. ¡Estamos ahí! Sí, tú, el sano y decente espectador occidental, te han metido de lleno a aceptar que el narco es una forma de vida, parte de un nombre compuesto: narconovela, narcomúsica, narcoserie, narcomoda… Narco-Estado.
Azuquítar, cremita, fataché, fifí, talco, blanca, blanquiñosa, clorofila, pichicata: Cocaína.
Progresar, ascender, saborear, reír, ser, modelo de vida.
Viaje, camino a alguna parte, descenso a los infiernos de la Divina Comedia para continuar, encuentro con Dante Alighieri en el siglo XXI, eterno túnel por el que caminar buscando la indiferencia a la realidad entre el olor a muerte, al castigo, a las violaciones, a la tortura, al poder. Indolencia para permutar en ser poderoso…
“¡Elijo los diez años como reina, los cien de mendigo se los dejo a los pendejos!”
El olor a palosanto impregna la atmósfera de una sala por la que no han parado de lanzar palabras, gestos o mímicas silenciosas nuestras seis intérpretes, tremendas sin excepción en todos los personajes. Estamos ante el interrogatorio y la tortura, entre la fragilidad y la fortaleza, ante la delación y la caída, cortar un dedo, cortar una mano, degollar, trocear. Somos parte de la indignación, la tristeza o la impotencia. Teatro, puro teatro.
Pozolero, Transa, Narcomenudeo, Paco, Meter un caño, Soldados, Kiosco, Volteadores, Mulas: lenguaje propio.
Fin del acto, ahora ya no hay dudas: estamos en Sinaloa, en Culiacán, aunque nos da igual, estamos de cara a la muerte, a la justicia en la injusticia, al final de nuestra reina en la continuidad de l@s niñ@s en el mismo círculo: sobrevivir, buscarse la vida, comer, dormir, soñar, resistir.
Oración y rezo para nuestros santos, divina por siempre la “Santa Muerte” y alabado “Jesús de Malverde”, nunca faltaran las flores, ni las ofrendas.
¡Vayan a verla!
Crítica 9 0CTUBRE 2018
Recién estrenadas y ya tenemos la primera crítica!
martes, 9 de octubre de 2018
'TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN AL NARCO'. ¡Que viva México!
CRÍTICA DE TEATRO
'Todos los caminos conducen al narco'.
Texto y dirección: Acoyani Guzmán.
Nave 73 (Madrid)
El arte mexicano en todas sus disciplinas está ganando terreno a cualquier país. Si atendemos a la literatura podemos destacar innumerables nombres como Isa Gónzalez o Julián Herbert ―por citar solo dos―. En cine, Arturo Ripstein, Carlos Reygadas ―de nuevo solo dos citados―, en teatro, los Colochos, Lagartijas tiradas al sol ―entre muchos más― Y así se podría seguir en todas las disciplinas. Se trata de una forma de exponer la realidad mediante creaciones muy originales y repletas de fuerza.
Ahora irrumpe con entereza la figura de Acoyani Guzmán con su obra ‘Todos los caminos conducen al narco’. Una noticia extraordinaria para el espectador es que el texto ya estuviese publicado por Esperpento Ediciones Teatrales. La labor que realiza esta editorial es altamente gratificante y necesaria para el mundo de la creación teatral. Es una ventaja enorme poder tener los textos y conocerlos antes de asistir a la función. Un trabajo como el que nos ofrece la autora y directora mexicana es muy complejo en apariencia si atendemos al texto, pero ha sabido trasladarlo a las tablas con sencillez y saber hacer. El imaginario común que se pueda tener de México en esta puesta en escena es mostrado sin titubeo ni adornos innecesarios. No resulta sencillo emplear todo el espacio de una sala como la de nave 73. Acoyani maneja el espacio con destreza. La dirección artística ofrece los matices necesarios sin recurrir a elementos fútiles. Los altares al “santo de los narcos”, Jesús Malverde, y a la Santa Muerte reinan a ambos lados del escenario sin interrumpir las acciones y sin tomar un protagonismo innecesario.
Todo comienza con una invitación a Tequila y Mezcal. El dinamismo se enuncia con inteligencia en dos entregados actos de Fe. En una obra coral que nunca lleva a la confusión, los dos personajes sobre los que recae el peso de la función son la Corderita y la Pulpo. Caracteres aparentemente opuestos que se van complementando en ese Tetris que pueden ser las relaciones en una cárcel. El vínculo entre ambas evoluciona al igual que sus circunstancias. Las fragilidades se van alternando y cada una desarrolla virtudes que desconocían para llegar a ser personas con un arco bien diferenciado desde el comienzo al final. El resto de reparto da vida a muchos personajes y todo ello genera un enigma fabuloso para que la trama continúe reinando en una propuesta que no huye del teatro documento para enlazarlo con el teatro de acción. El video forma de la partida con sutileza. Su aparición siempre aporta y puede condenar, angustiar ―en los interrogatorios― o mostrar esa realidad que retrata. Los acentos son protagonistas a su manera. Intentan despistar y viajan al igual que los personajes. El acento mexicano que reina en la función en momentos puntuales se vuelve español. Todo tiene un porqué. Nunca se lleva a una confusión que vaya más allá de lo que es la propuesta ―mérito sobresaliente de un gran elenco y una buena dirección con criterio―.
‘Todos los caminos conducen al narco’ trata de México. Esa estrella de cinco puntas que se va remarcando siempre encaja en todos aquellos lugares en los que las acciones van teniendo lugar. Lo mismo se está en la cárcel, que en una sala de interrogatorios o en Culiacán. El espectador sigue sin perderse. Hay continuos movimientos, pero jamás los mismos son gratuitos. El dinamismo que ofrecen está muy medido. Se hubiese agradecido una mayor intervención de la música en algunas transiciones. La crueldad y la dulzura se van alternando en busca de ese camino que se va exponiendo. México sin jugar al escondite. México en su seducción, en su dolor y en su proyección. México moldeando lo que será, México intentando encontrarse, México en sí para sí.
El reparto es sobresaliente. Las actrices nunca pierden la coherencia de la acción. El trabajo con el acento es destacadísimo y sus acciones son dinámicas y comprensibles. Todo a favor de un texto que cobra una fuerza mayor con una representación notable. Puede ir a más porque esto no ha hecho más que empezar. Acoyani Guzmán sabe hacer teatro. Ahora solo tiene que continuar con ese paso firme.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ